Cada cierto tiempo se ponen de moda productos calificados de maravillosos o de “ super alimentos” : las bayas de goji del Himalaya, la quinoa, el ajo negro, las semillas de chia, el alga espirulina…productos que , dicen , alargan la vida, aumentan la energía y la fuerza, borran las arrugas, reducen el colesterol, hacen perder peso, mejoran la función sexual, resuelven el insomnio, además de ser una gran ayuda contra el cáncer, los problemas circulatorios y toda clase de males; o sea , la panacea universal o bálsamo de Fierabrás, que don Quijote conoce y prueba con relativo éxito. Así que la cosa viene de lejos.
En mi infancia , el producto maravilloso se llamaba “el hongo” , sin más. Unas amigas de mi abuela lo tenían e invitaban a sus amistades a una copita del agua que soltaba. Lo mantenían a temperatura ambiente sobre un aparador, en una jarra de cristal , flotando como una medusa marrón en un agua amarillenta y cubierto con un tapete de ganchillo. Era algo repugnante.
Hace unos años se habló mucho del hongo Dictyophora, que tenía forma de falo, y cuyo olor , decían, producía orgasmos en la mujeres, pero no llegó a comercializarse como afrodisiaco. El producto milagroso actual es otro hongo, el Reishi, de origen chino . Se anuncia como el hongo de la eterna juventud y se vende en herbolarios, parafarmacias y tiendas de productos dietéticos. Juzgando por las fotos del hongo original, yo juraría que es el mismo de mi infancia, que , sin jarra y sin tapete de ganchillo, ha mejorado mucho. Nihil novum sub sole.