Un año más , una bolsa de aire frío se ha situado en Semana Santa con precisión de reloj suizo, sobre España. Los meteorólogos tratan de explicar sin mucho éxito el fenómeno por corrientes polares que aparecen justo en estos días (¿por qué no un poco antes o después? ) Un paisano andaluz atribuía las lluvias a una conjuración de científicos de países herejes, como los alemanes e ingleses, que conseguían enviarnos las nubes “pá acá , y así evitar la salida de las procesiones. Por el contrario, una señora muy devota estaba convencida de que se trataba de una intervención directa de la Divina Providencia para evitar los escándalos que se producen en las playas en momentos que deben ser de oración y penitencia.
En Mondoñedo, cuando yo era joven, nadie pensaba en irse a la playa en Semana Santa . Lo nuestro era el Plorans del maestro Pacheco, con orfeón y solista y las procesiones. A mí la que más me gustaba era la del Santo Encuentro, que reúne en la Plaza de la Catedral a la Virgen Dolorosa y su Hijo. San Juan hacía una parada junto al portal de mi casa, donde mi abuela, y después mi madre, ponían en una mesa con mantel dulces para los costaleros. Llegaban muy animosos porque habían pasado ya por el bar donde les preparaban mejillones y vino , y desde allí corrían a buscar a Verónica para que limpiase el rostro y dejase presentable al Nazareno para encontrarse con su Madre.
Era hermoso. Y seguirá siéndolo. Lo he contado infinidad de veces y este año se lo contaré a mis nietos. Soy una buena contadora de historias y estoy segura de que los dejaré con ganas de ir a verlo.