Los pactos políticos equitativos son una utopía. Siempre hay una parte que gana, y es frecuente que ambas partes se consideren vencedoras en la pugna.
En el caso del Brexit, los negociadores de las dos partes dicen sentirse satisfechos. Ursula von der Leyen dijo : “Ahora tenemos un acuerdo justo y equilibrado con el Reino Unido. Protegerá nuestros intereses de la UE, garantizará una competencia leal y brindará previsibilidad a nuestras comunidades pesqueras.” Boris Johnson sonó más triunfalista: El pacto «protegerá puestos de trabajo, permitirá que los productos del Reino Unido se vendan sin aranceles ni cuotas en el mercado de la UE y permitirá a las empresas hacer aún más negocios con Europa”, y ya en plan nacionalista: “además , logra recuperar el control de nuestras leyes y nuestro destino».
Casi a la vez, la patronal pesquera española, Cepesca, en declaraciones de Javier Garat, secretario general de la entidad, manifestó que el día de la firma es un «día negro para los pescadores europeos, sus familias y sus comunidades». Y la región más perjudicada es, según parece, Galicia.
Boris Johnson no iba a ceder en lo de la pesca porque el control de las aguas marítimas tiene un valor simbólico que le va a permitir salvar su vida política. Y a la UE ceder en eso le ha resultado un precio “justo y equilibrado”. A fin de cuentas , España es un país del Sur, uno de los PIGS, y Galicia una comunidad callada, que no alborota ni crea problemas como los catalanes o los vascos; una perfecta moneda de cambio. ¡Ay, si Alemania fuese una potencia pesquera, otro gallo nos cantaría!