Allá por 1977 Umberto Eco publicó Cómo se hace una tesis, técnicas y procedimientos de investigación, estudio y escritura, obra que tuvo casi tanto éxito como El nombre de la rosa, y de la que miles los doctorandos se han beneficiado. Por esos años, una tesis debía tener al menos quinientas páginas y eran muchas las que duplicaban ese número. Se calculaba que era un trabajo de años, dedicados casi en exclusiva a esa labor.
Las tesis no se valoran al peso, pero el aparato critico que se les exige , hacen necesarias muchas páginas para cumplir con los requisitos indispensables. Y uno de ellos es demostrar que se conocen los trabajos que versan sobre el tema escogido. Se requiere una razonada crítica sobre ellos, para manifestar el acuerdo o el desacuerdo. Se puede hacer entrecomillando frases textuales, o haciendo un resumen; en ambos casos se pone una nota a pie de página con el título, la editorial, el año de edición y la página o páginas de donde se ha sacado el texto que se critica.
Sin este procedimiento de citas , la tesis no se admite a trámite; no llega a un tribunal para ser juzgada porque no se considera admisible.
Una vez demostrado el conocimiento razonado de la bibliografía anterior sobre el tema – lo que evita descubrir Los Pirineos – el doctorando pasa a exponer y defender sus teorías y descubrimientos propios.
No voy a entrar en la idoneidad de las tesis o trabajos de políticos que están desde hace algún tiempo en tela de juicio. Sólo quiero manifestar que no se pueden defender ni las tesis ni los másteres con el argumento de que carecen de importancia los requisitos que no se han cumplido. Son esos requisitos los que les dan valor académico y los diferencia de un curso de verano, de un plagio, o de un trabajo de divulgación.
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/opinion/2018/09/22/plaxios-citas/0003_201809G22P15991.htm