Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra. ¿Hasta cuando, Catilina, abusarás de nuestra paciencia? Con esas palabras, Cicerón denunció ante el Senado romano la conjuración de Catilina, que pretendía hacerse con el poder absoluto. Sustituyan el nombre de Catilina por el de Artur Mas, y la cosa queda de total actualidad.
Aquí nos faltó un Cicerón que denunciara a tiempo el intento de secesión, y ahora no toca aguantar, ¿hasta cuando?, los interminables análisis de lo que se dio en llamar «el problema catalán». A todo se le da mil vueltas. Los resultados de las elecciones autonómicas catalanas, las declaraciones de todos y cada uno de los representantes de los partidos políticos son desmenuzados y analizados en tertulias, informativos y artículos de opinión. Y antes, durante meses, debates sobre sí era o no legal a consulta, y sobre sí hay que dialogar o no… Entre todos, y me incluyo, creamos «el problema».
Está comprobado que el exceso de información sobre incendios intencionados incrementa el número de pirómanos, de igual modo que la atención mediática al maltratador anima a otros maltratadores a tener sus quince minutos de fama. Los separatistas catalanes se han vanagloriado de que Obama, Hollande, Cameron o Merkel hablen de ellos, sin importarles que sea para condenar su postura.
¡Lástima no haber tenido aquí un Cicerón que a tiempo levantara su voz acusadora y llamara a las cosas por su nombre: secesión y no problema!
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/opinion/2015/10/10/ata-cando/0003_201510G10P14994.htm